Historia
Butroi tiene su origen en el baserri, y es que antes de crear la bodega que conocemos hoy en día, las familias de:
· Oletxe (Zamudio)
· Sasines (Larrabetzu)
· Etxebarria (Gatika)
ya producían sus propios vinos en casa, en el baserri.
Con Butroi, dieron un paso adelante, un paso necesario, al que acompañaron las tradiciones
y procesos que han utilizado sus antepasados durante décadas, obteniendo así,
un equilibrio entre tradición e innovación.
La Bodega Butroi, es una bodega
joven pero muy experimentada, ya que, de las cuatro familias que componen este
proyecto, tres eran productores de Txakoli y la cuarta viticultora, pasión y
dedicación entre viñedos.
Creada en el año 2013, esta
bodega bizkaina debe su nombre al río que atraviesa la localidad, el rio
Butroi, un nombre, que también os será familiar por el Castillo de Butrón,
cercano a la bodega.
Viñedos
Bodega
Entorno
Rodeado de manzanos y viñas, junto a los históricos viveros Etxebarria, en plena naturaleza y alejado de los grandes núcleos urbanos. Así es el entorno de Butroi, natural, como sus vinos.
Los viñedos de Butroi
Están cultivados en Gatika, Zamudio, Lezama y Larrabetzu, con variedades principales de Hondarrabi Zuri, Petit Courbu y Mune Mahatsa.
Artículo del 6 de enero 2013 en Deia
José Etxebarria, el mago de los manzanos con 517 premios
José posa junto a uno de los naranjos
que se alza repleto de fruta en los viveros de Gatika.
José Etxebarria, el mago de los
manzanos con 517 premios
TIENE
la mirada viva, de esas que conservan el gesto atento y observador; unos ojos
claros y muy abiertos que hablan de todo lo que han visto a lo largo de 87
intensos años y que gritan que, a pesar del tiempo, siguen dispuestos a ser
testigos de proyectos ilusionantes. José Etxebarria es un gatikarra que ha
dedicado buena parte de su vida al cultivo de frutales, siendo los manzanos los
protagonistas de sus prósperos viveros sitos en esta localidad que le vio
nacer.
Es un clásico en las ferias de todo Euskadi y hoy se siente orgulloso de que sus hijos hayan cogido las riendas del negocio y continúen mimando la tierra, los árboles y las mil y un frutas jugosas que brotan a base de trabajo en las fértiles tierras bañadas por el río Butroi. “¡Qué hubiera sido de mí si no fuera porque los hijos me han seguido!”, exclama levantando los brazos expresivo. “Gracias a la familia soy alguien, empezando por mi mujer y mis hijos. Ahí está el secreto: en el equipo”, sentencia rotundo y con la reverencia de quien se está refiriendo a algo sagrado.
Es un clásico en las ferias de todo Euskadi y hoy se siente orgulloso de que sus hijos hayan cogido las riendas del negocio y continúen mimando la tierra, los árboles y las mil y un frutas jugosas que brotan a base de trabajo en las fértiles tierras bañadas por el río Butroi. “¡Qué hubiera sido de mí si no fuera porque los hijos me han seguido!”, exclama levantando los brazos expresivo. “Gracias a la familia soy alguien, empezando por mi mujer y mis hijos. Ahí está el secreto: en el equipo”, sentencia rotundo y con la reverencia de quien se está refiriendo a algo sagrado.
Peras,
manzanas, cítricos, kiwis… Son muchas las frutas que hoy crecen apetitosas en
los Viveros Etxebarria y que luego recalan en las plazas y azokas de los
pueblos. Con el tiempo esta finca generosa de gentes trabajadoras ha producido
también sidra y dorado txakoli. Pero para conocer bien la idiosincrasia de esta
explotación agrícola y de este arraigado negocio familiar hay que viajar atrás
en el tiempo, hacia la misma infancia de aquel que puso en marcha el engranaje:
José Etxebarria.
Nacido
en 1925 en Gatika, fue el mayor de nueve hermanos, y sobre él recayeron buena
parte de los trabajos del caserío. Ya con cinco años iba en burrito hasta
Maruri para llevar leche, y con apenas siete se desplazaba sobre el animal
hasta el caserío Gondra de Mungia para hacer el reparto. Tnuvo una infancia de
esas duras, intensas, humildes, y paradójicamente felices de los niños que
vivieron la guerra desde un entorno rural y trabajador. Atesora recuerdos que
no tienen precio, como la inauguración del batzoki de Maruri, a principios de
los años 30.
“¡Recuerdo que vino a la inauguración Lauaxeta!”, exclama, rememorando la llegada del célebre poeta de Laukiz. “Vino en moto. Era alto y recuerdo bien sus gafas”, explica. Y no tiene para olvidar aquel caballo que a principios de los años 40 compró su padre a unos gitanos y que ganaba todas las carreras de la zona. “Ganó en Gatika, Maruri, Laukiz, Butrón… Todos conocían al caballo blanco de Etxebarria”, narra orgulloso.
“¡Recuerdo que vino a la inauguración Lauaxeta!”, exclama, rememorando la llegada del célebre poeta de Laukiz. “Vino en moto. Era alto y recuerdo bien sus gafas”, explica. Y no tiene para olvidar aquel caballo que a principios de los años 40 compró su padre a unos gitanos y que ganaba todas las carreras de la zona. “Ganó en Gatika, Maruri, Laukiz, Butrón… Todos conocían al caballo blanco de Etxebarria”, narra orgulloso.
LOS
COMIENZOS Las primeras nociones de fruticultura las recibió de su aitite
Gregorio, de Maruri, que trabajaba la huerta. José con apenas 12 años aprendió
de él a hacer injertos. En 1946 dejó Gatika para ir a Iruñea a hacer la mili.
“El día que me marché dejé a los bueyes tumbados de lo que les hice trabajar,
para dejar a mi padre hecha la mayor tarea posible”, explica este gatikarra
evidenciando su carácter trabajador. Fue e el servicio militar donde aprendió
el oficio de barbero. Finalmente, acabó realizando estudios de ATS en
Valladolid, una profesión que desarrolló y ejerció durante décadas en Bilbao.
Aficionado
a las motos, recuerda como corrió sobre una de estas máquinas como enlace en la
Vuelta Ciclista a España de 1955. “Era la primera vez que la Vuelta salía de
Bilbao”, explica rememorando aquellos tiempos de nombres gloriosos en el
ciclismo, como el del mítico Loroño, de la cercana localidad de Larrabe-tzu.
“En aquella Vuelta salí en el periódico porque en el puerto de montaña que hay
entre Elizondo y Pamplona cogía las curvas de tal manera que sacaba chispas a
los reposapiés”, recuerda riendo.
En
1960 compró el antiguo caserío Txoñe, en Gatika, que se encontraba junto a la
finca donde ahora están los viveros de José. Iba dedicando a estos terrenos
todos sus ratos libres y esta pasión por la tierra y los frutales fue cada vez
a más, año tras año, a medida que iba trabajando las parcelas y conociendo cada
vez mejor el mundo de la fruticultura. Uno de los ámbitos más destacados de su
labor se ha centrado en recuperar especies antiguas de manzanas autóctonas.
Recorrió tierras y baserris de todo Euskal Herria: fue al Pirineo navarro, Usurbil, Erregil, Markina… Hasta que logró tener hasta 107 variedades de manzana y 27 de pera. “Todas las manzanas de aquí son buenas, desde la reineta gorri hasta la urtebeta… No hay ninguna mala. Hasta la más amarga sirve para hacer buena sidra”, explica. En el año 1984 y animado por una de sus hijas, empezó a participar en los concursos de las azokas, y se estrenó en la veterana feria de San Antolín de Plentzia. Así, desde entonces hasta ahora José y su familia han logrado atesorar 517 primeros premios en las categorías de fruta y txakoli.
Recorrió tierras y baserris de todo Euskal Herria: fue al Pirineo navarro, Usurbil, Erregil, Markina… Hasta que logró tener hasta 107 variedades de manzana y 27 de pera. “Todas las manzanas de aquí son buenas, desde la reineta gorri hasta la urtebeta… No hay ninguna mala. Hasta la más amarga sirve para hacer buena sidra”, explica. En el año 1984 y animado por una de sus hijas, empezó a participar en los concursos de las azokas, y se estrenó en la veterana feria de San Antolín de Plentzia. Así, desde entonces hasta ahora José y su familia han logrado atesorar 517 primeros premios en las categorías de fruta y txakoli.
“Conservo
el amor propio tan terrible que siempre he tenido”, subraya. “El secreto ha
sido la constancia y la dedicación, el hacer cada día un poco, y no todo en una
jornada”, añade. Hoy José sigue supervisando con ojos inteligentes y sagaces
todos los movimientos de sus sucesores en la finca. Y pelea para superar esos
dichosos problemas de salud que no han conseguido arrebatarle la fuerza y la
alegría de vivir.
José
mira ilusionado cómo van para adelante las obras de la nueva bodega Txoñe de
txakoli que sus hijos están levantando junto con otras familias productoras de
la comarca. “Me siento feliz. Ilusionado al ver trabajar a mi familia”,
asegura. “Porque el futuro es el campo”, concluye este hombre que siente la
tierra como si de una prolongación de su cuerpo se tratara.
FUENTE:
DEIA – L. GONDRA
18 de Febrero de 2013
18 de Febrero de 2013
Foto:
Juan Lazkano
No hay comentarios:
Publicar un comentario